Pero, ¿por qué te portas así de mal?
Cada vez es más habitual observar y escuchar esta frase, o frases parecidas. Suele surgir tras un episodio de conflicto, donde las expectativas adultas se ven truncadas. Se esperaba un tipo de comportamiento en el hijo o hija y aparece otro no esperado. Con lo cual, la frustración adulta se desborda. La realidad no coincide con lo que se deseaba.
La frustración tiene una función: reconstruir. Es una dosis extra de energía que pretende empujar para afrontar la nueva realidad, esa realidad que ha pillado desprevenido al cerebro. Ya sabemos que al cerebro, las sorpresas le gustan lo justo, ya que lo que busca continuamente es controlar la realidad.
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La sorpresa deja al cerebro en una situación de descontrol momentáneo, que le genera una ansiedad nada gratificante. El cerebro quiere salir de ahí. Para ello busca información que le ayude a recolocarse, a reconstruirse.
Si al bucear en su memoria, en sus aprendizajes previos, en su historial, el cerebro no encuentra respuesta que le agrade y que le ayude a entender la situación, mira hacia el exterior para encontrarla. Y aquí, en la búsqueda de diferentes fuentes de información, se puede acertar, o no.
Para mí es un error muy común el utilizar como fuente de información a los hijos e hijas para que expliquen su mal comportamiento. ¡¡No pueden!! Si tú no te lo explicas, si tú no lo entiendes ¿cómo lo va a explicar tu hijo? ¿Cómo lo va a entender? Es como si estás de viaje y te pregunta a ti el guía por dónde quieres seguir la ruta. ¡Si no tienes ni idea! Lo único que consigue es generar más ansiedad y mayor inseguridad.
Sin darte cuenta, tu frustración, tu ansiedad, se la estás traspasando a tu hijo, que dependiendo de su edad, de su estado emocional,le afectará más o menos, tendrá más recursos o menos para gestionarla. ¿Por qué? Porque no tiene respuesta, no sabe qué le pasa, ni por qué se comporta así. A los psicólogos nos cuesta muchos años de estudio entender el comportamiento infantil, y después de entenderlo, dedicamos otro tiempo considerable a desarrollar metodologías que faciliten que los padres y las madres entiendan los comportamientos de sus hijos e hijas.
Así que, a partir de ahora, intenta no preguntar a tu hijo, Pero, ¿por qué te portas así de mal? En su ligar, puedes hacer dos cosas:
- Preguntarlo a cualquier profesional de la psicología que te hayan recomendado. Espero que te de pistas adecuadas de porqué actúan así, y lo más importante, qué puedes hacer para ayudarles a crecer.
- O preguntártelo a ti mismo, personalizando la pregunta: Pero, ¿por qué me estoy portando tan mal? Desde Familias en la Nube, como sabes, apostamos porque el cambio se inicie desde el mundo adulto. Y si un menor se está “portando mal”, estamos convencidos de que el mundo adulto puede cambiar las cosas a mejor. Siempre. Aunque también recomendamos empezar por las fortalezas, por lo que se está haciendo bien. Así que no está mal, de vez en cuando, hacerse la pregunta de: Pero, ¿por qué me estoy portando tan bien?
Y ya que estamos, también es más inteligente preguntarse Pero, ¿por qué se porta así de bien? Probablemente te de pistas de lo que tienes que cambiar cuando se porte mal.
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