La mochila de las decisiones.
En cualquier campamento base se toman cientos de decisiones diarios. Educar es intervenir, e intervenir es tomar decisiones, gestionar conflictos. En cualquier familia, continuamente se toman decisiones para favorecer el desarrollo integral de los niños y las niñas, para crear y mantener un apego seguro, para fomentar su responsabilidad. En definitiva, se toman decisiones para enseñar a tomar decisiones. Se resuelven conflictos para enseñar a resolverlos en un futuro.
Es fundamental aprovechar la cantidad de oportunidades y de momentos clave que se tienen en el desarrollo en la infancia y adolescencia para ofertar seguridad, para fomentar su responsabilidad. Para mejorar, para madurar, hay que entrenar. Y para entrenar hay que tener oportunidades de elegir el postre, la hora de volver a casa, la asignatura por la que se empieza a estudiar, la ropa, la siguiente actividad lúdica. A lo largo de cada día, hay innumerables situaciones en las que pueden aprender a tomar decisiones.
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La toma de decisiones es la herramienta por excelencia para resolver conflictos, y con ello para fomentar la responsabilidad y la autonomía.
Controlar la situación.
Para tomar decisiones se necesita tener la sensación de controlar la situación, que exista más de una alternativa a elegir, y la capacidad de realizar un mínimo juicio predictivo de los desenlaces de cada alternativa. Si no hay alternativas, no se pueden tomar una buena decisión.
Los padres y madres deben saber jugar de forma adecuada con el control, las alternativas y los desenlaces, si se quiere fomentar la responsabilidad en los niños de manera gradual. Un niño no puede asumir una responsabilidad, no puede tomar una decisión, si no está bajo su control. Y no se puede establecer una norma si los padres no asocian alternativas con desenlaces.
Para generar seguridad y apego en los hijos, para ayudarles a resolver los conflictos presentes y futuros, es necesario ir adaptando el control, las alternativas y sus desenlaces en las pautas de crianza, usando un lenguaje apropiado para cada edad, donde se explicite la situación problema, cómo se reparte el control de esa situación, las alternativas que hay y las consecuencias de cada elección. Todo con respeto, confianza, estabilidad emocional, empatía, humor y afecto.