Esta mañana, mientras paseaba a mi perra Ayla por el parque, me he parado a charlar con dueños de otros perros. El tema de conversación era el mal estado del parque, debido a que la noche anterior era sábado, y los sábados noche son “invadidos por hordas de adolescentes”. La realidad era que las papeleras estaban casi llenas, y si es cierto que había botellas, vasos y bolsas de plástico esparcidas por el parque (no muchas). Es decir, la mayoría de los adolescentes dejaba la basura en las papeleras. Pero eso se obviaba en el debate.
Me recordaba cuando empecé a dar conferencias para las familias hace más de 20 años, cuando utilizaba esta frase:
Familias inteligentes: claves prácticas para educar
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Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”.
Esta frase que puede ser muy actual, fue escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia con más de 4.000 años de existencia. Me imagino la situación de las familias hace 4000 años en el planeta: un padre en Stonehenge regañando a su hijo porque deje de jugar cerca de los megalitos (estoy convencido que algún grafitti esculpirían), unos adolescentes mayas planificando cuando ir a robar habichuelas o maíz, o en las siete colinas (futuro asentamiento de Roma) como ordeñar a cabras sin el consentimiento adulto.
“Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos”. Decía un sacerdote egipcio del año 2.000 a. JC
Ahora los problemas son el uso del móvil, que estudie, y que sepa vivir en comunidad, entre otros. Hace 4.000 años era el uso de las piedras y palos, que sepa cazar o cultivar, y que sepa vivir en comunidad, entre otros.
La adolescencia ( y en la infancia en menor grado) es una etapa donde se necesita “conquistar realidades”. El cerebro necesita percibir que las decisiones son propias, que son construidas sin imposiciones, con un control externo coherente y amable. La educación consiste en dejarnos “conquistar”, es decir, decisiones que se toman desde el mundo adulto, tarde o temprano, los hijos e hijas nos “invaden” y quiere tomarlas ellos. Esta conquista se puede hacer de dos maneras:
- De forma inteligente, aceptando las reglas de juego, con estrategias cooperativas, afrontando la realidad de forma respetuosa, intentando trasformar el mundo en un planeta más sostenible, solidario y pacífico.
- De forma descontrolada, desorganizada, provocando de forma continuada. Con la competitividad como bandera y con el lema “sálvese el que pueda”. Me siento injustamente tratado, pues genero injusticias e invado con agresividad.
Por mi experiencia profesional, los padres y madres que saben anticipar y utilizar los conflictos cotidianos en casa con sus hijos, los que ejercen un control externo respetuoso, los que se saben delegar de forma progresiva, enseñan a sus hijos e hijas a resolver los conflictos fuera de casa de una manera más positiva e inteligente, potenciando su autocontrol. Un control externo en casa exagerado, repleto de incoherencias, o de frases culpabilizadoras, aumenta la probabilidad de que ese adolescente cuando salga al territorio lo intente conquistar de forma desajustada y desadaptada. Cuando el traspaso de las decisiones en casa no va a una velocidad adecuada, se producirá la invasión del territorio de forma descontrolada.
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Como puntualizo en mi libro Familias Inteligentes: claves prácticas para educar:
Las familias inteligentes potencian el deseo de significarse, de diferenciarse, respetando el ritmo de crecimiento de todos sus miembros. Sentirse útiles y especiales (el poder mostrar al mundo las propias competencias) es una necesidad vital. Y una familia inteligente canaliza esa motivación del ser humano de sentirse único e irrepetible, de aprovechar las oportunidades para demostrar que se sabe hacer las cosas bien, de asentar las señas de identidad. A algunos adolescentes les cuesta mucho trabajo manifestar, en su contexto familiar, el temor a no ser nada. Y antes que ser nada, es preferible ser algo, aunque sea por unos canales menos normalizados. Los grafitis, las bolsas de patatas tiradas en los jardines o las risas escandalosas en la noche, son señales para significarse. Estos son algunos de los pocos espacios donde encuentran seguridad, donde pueden diferenciarse. Por eso las conquistas adolescentes, sus necesarias invasiones del territorio, han de canalizarse, han de guiarse con respeto y confianza. Para que se sientan pertenecientes a una comunidad.
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GraciasEra lo que intuía