En anteriores artículos del blog, reflexionamos sobre la conexión que pueda tener la parentalidad positiva con un modelo de personalidad denominado de los Big Five (los cinco grandes). Los Big Five son: apertura a nuevas experiencias, responsabilidad, extraversión, amabilidad y neuroticismo.
Vamos a dedicar un artículo por cada rasgo de personalidad, contrastando cada rasgo con las habilidades parentales cotidianas, con los estilos educativos. Ya hemos abordado el primero: apertura a nuevas experiencias. En este artículo toca el siguiente: responsabilidad.
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En mi libro Familias Inteligentes, la palabra responsabilidad aparece más de 100 veces a lo largo del texto. Creo que cualquier padre o madre del planeta, si tuviera que elegir al menos dos adjetivos que describan sus expectativas educativas, uno de ellos, sin duda sería responsable (el otro ojalá sea felices).
El hecho de ser padre o madre debe nacer de la responsabilidad de querer, de desear, ser padre o madre.
Responsabilidad, en su raíz latina, significa la habilidad de responder. Todos los niños y niñas del planeta responden, toman decisiones, en los diferentes contextos donde se desenvuelven. Y el escenario familiar es donde se “mama” la responsabilidad. Si tu hijo o hija en casa le cuesta asumir responsabilidades, fuera de casa, tarde o temprano, también. De cómo responda en casa, aprenderá a responder fuera de casa.
Por un lado tenemos la habilidad de responder de los padres y madres ante los retos que requiere la educación, y por otro lado, dependiendo de esa habilidad de responder adulta, se facilita o se dificulta el aprendizaje de la responsabilidad en lo hijos e hijas. O sea, la habilidad de responder adulta influye en la habilidad de responder infantil.
La habilidad de responder adulta tiene dos caminos: la de fomentar la responsabilidad a través de buenas prácticas educativas, o sea, la parentalidad positiva, o la de educar bajo el miedo, o sea, un estilo educativo basado en el castigo, la amenaza, las regañinas continuas…
Al nacer, la habilidad de responder del bebé es prácticamente nula. Pasados los años, esa habilidad de responder debe ser prácticamente total. En la educación, en su crecimiento, se debe producir un traspaso de responsabilidades continuo, ajustado a sus ritmos evolutivos. Si ese traspaso es lento, se infantiliza. Si es muy rápido, se evita.
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Por eso desde Familias en la Nube asumimos como herramienta educativa el semáforo inteligente, una aplicación muy práctica de parentalidad positiva, donde:
- el semáforo rojo la responsabilidad es adulta,
- en el amarillo la responsabilidad es compartida,
- y en el semáforo verde la responsabilidad es de nuestros hijos e hijas.
Todo empieza en el rojo, y debe acabar en el verde. Como relato en mi libro ¿Quién cuenta cuentos a mis padres?, un libro de metáforas educativas para adultos que quieren educar con buenas prácticas. De las 23 metáforas del libro, extraigo este texto del Reloj de Arena que espero os ayude a reflexionar:
Ese reloj de arena tiene millones y millones de granos de arena. Cada grano de arena representa la oportunidad de fomentar la responsabilidad, de construir de forma progresiva la autonomía de los hijos. Cada grano son pequeñas oportunidades que surgen a diario para tomar decisiones, o para dejarlas tomar. Al principio todos los granos son responsabilidad del mundo adulto, pero tarde o temprano, esos granos deben acabar en el espacio de responsabilidad de los hijos, al otro lado del reloj. En cada etapa evolutiva, si se pretende que los niños y las niñas crezcan y maduren, es necesario que un número de granos pasen de una zona a otra. Poquito a poco, respetando los ritmos biológicos infantiles, y en continuo movimiento. Ni mucho, ni poco. Dejando caer, sin miedo, con confianza y respeto.