El cuento de la montaña

El cuento de la montaña

Vamos a contarte un cuento. Esta historia ocurrió hace muy poco, en un pueblo pequeñito. Ubicado en un valle precioso, ese pueblo estaba presidido por una gran montaña. Una montaña espectacular, que invitaba a subirla, a explorarla. Los habitantes del pueblo adoraban su montaña, estaban muy orgullosos de ella. Era su símbolo.

Al pueblo acudían muchos visitantes. Entre ellos llegó Raquel, que iba todos los veranos de vacaciones a estar con su familia. Le gustaba disfrutar del campo y le ayudaba a desconectar del estresante mundo laboral. Ella era periodista, y escribía columnas semanales en un diario muy conocido. Todos los años recibía la misma cantinela por parte de sus familiares ¡sube a la montaña, que no sabes lo que te pierdes! Pero Raquel prefería sus paseos por el valle y sus baños tranquilos en el río.

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Pero este año le empezó a picar el gusanillo, y decidió subir. Mochila a la espalda, con agua para un regimiento y un buen almuerzo, inició su camino hacia la montaña intentando descubrir esas grandes sensaciones que le relataban sus familiares.  En un principio no notaba diferencias con relación a sus habituales paseos, pero poco a poco, la pendiente se incrementaba, y las gotas de sudor y el cansancio se acumulaban. Tras dos horas subiendo, decidió retornar. Como estaba cansada, atajó por una zona de rocas, teniendo tan mala suerte que tropezó y cayó, rompiéndose una pierna.

Traslado al hospital, operación y dos días de observación ingresada. Escayolada hasta la cintura, recibía visitas continuadas de sus amistades y familiares. Como es habitual en estas visitas, Raquel empezó a escuchar historias de accidentes similares. ¡Pues la hija de la Manuela…! ¿Te acuerdas de Rodolfo?, ¡pues un amigo suyo…! Lo que más le sorprendió fue que iban contando innumerables episodios bastante dramáticos que habían ocurrido en la montaña.

Impactada por la información recibida, no entendía cómo una montaña que generaba tantas desgracias pudiera ser admirada e idolatrada de aquella manera. Aburrida de no poder hacer nada, comenzó a indagar y a investigar sobre la montaña y sus accidentes. Comprobó que el hospital donde la atendieron era el que más traumatismos atendía de toda la provincia, y que no pasaba un año sin que hubiera alguna muerte por accidente.

Al recopilar los datos, decidió escribir un artículo y publicarlo en su periódico. El artículo transmitía una imagen de la montaña bastante oscura y dramática, poniendo en duda la visión idílica que los habitantes del lugar contagiaban a todo aquel que se acercara.

La reacción en el pueblo no se hizo esperar. La difusión de la información, tejida de sesgos e interpretaciones, empezó a causar alarmas desmesuradas en la población a medida que iba inundando las conversaciones vecinales. El miedo comenzó a extenderse, y las dudas y las incertidumbres se amplificaron en los hogares. La transmisión de la información, el boca a boca, iba perdiendo datos por el camino, con la consiguiente reestructuración y distorsión de la propia realidad. El rumor invadió el pueblo, y con ello apareció el temor y la ansiedad. Las decisiones se plagaron de inseguridad.

Entonces, ¿podemos llevar a nuestros hijos a la montaña?, ¿el colegio puede continuar con las actividades extraescolares en la montaña?, ¿qué hacemos?

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Las opiniones de la ciudadanía sobre cómo afrontar el problema eran muy heterogéneas. Según el enfoque y el análisis del problema, las medidas a tomar iban en una u otra dirección. Para los montañeros era un problema de no tener recursos y habilidades, para los médicos era un problema de salud ya que lo importante era atender a los heridos, para el profesorado un problema de educación, para las familias…

¿Qué conclusiones sacas?, ¿se refleja en esta metáfora cómo se genera un problema social?, ¿piensas que hay problemas sociales de moda?, ¿por qué hace 20 años a las familias les preocupaban las drogas, y no el acoso escolar, y ahora preocupa el acoso escolar, y no las drogas?

La cuestión es, como madre o padre, ¿qué se te ocurre que se puede hacer para resolver el problema?, ¿qué puedes hacer como madre o padre para que tu hijo/a no tenga problemas en la montaña?

Continúa el relato en el libro ¿Quién cuenta cuentos a mis padres? Ortuño, A

Editorial Letras de autor. Madrid 2015

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Psicólogo especialista en Psicología Clínica Infanto-juvenil y Terapeuta Familiar desde hace más de 25 años. Conferenciante sobre temas educativos, centrados en la parentalidad positiva, su modelo educativo consiste en dotar de herramientas a los padres y madres para que sepan poner límites de una forma respetuosa, con la responsabilidad y la felicidad como compañeras de viaje.

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Comments

  1. María Nieves D'Andreta: septiembre 24, 2019 at 11:42 am

    Qué interesante propuesta!!!

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