Invisibilizar incompetencias

Vivimos en tiempos revueltos. Hay mucho tiempo para todo. Para leer, para cocinar, para jugar con tus criaturas, para hacer lo que se desea hacer desde hace un tiempo, para enredar en las redes sociales. Y digo enredar porque puedes opinar, puedes animar, motivar, consolar, apoyar, mostrar afecto… o puedes generar tensión, desacreditar, distorsionar la realidad, opinar como si se tuviera toda la razón del mundo. Puedes visibilizar tus competencias, y compartirlas, o puedes invisibilizar tus incompetencias, criticando y compitiendo sin argumentos las competencias de los demás.

He leído este artículo que vi colgado en las redes https://incansableaspersor.wordpress.com/2017/10/21/efecto-dunning-kruger/ sobre un experimento llamado el efecto Dunning-Kruger. Muy curioso, porque viene como anillo al dedo en la realidad que yo me estoy encontrado en las redes sociales, si se puede llamar a eso realidad.

Hay personas que opinan como si no hubiera un mañana sin tener ni idea sobre lo que opinan, incluso creyéndose que su opinión es la única válida, muy por encima del resto de personal. Este perfil de personalidad lo estudiaron Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell, a finales del siglo pasado. En resumen, investigaron sobre este sesgo cognitivo según el cual las personas con escasos conocimientos sufren de un sentimiento de superioridad ilusorio, considerándose más inteligentes que otras personas mucho más preparadas. Estas personas tienen problemas para reconocer su propia ineptitud. Así surgió el estudio:

En 1990, un hombre atracó dos bancos a cara descubierta. Como era lógico, tardaron muy poco en detenerle. En su detención, se quedó sorprendido de porqué le habían pillado, si se había rociado su cara con zumo de limón. Confesó que unos amigos le habían convencido de que ese zumo le hacía invisible ante las cámaras.

En terapia psicológica con familias, me he topado con alguna mamá o papá con este perfil. Te quieren demostrar en terapia lo que saben sobre psicología y educación, infravalorando continuamente tus aportaciones o asesoramiento. Sobrestiman su sabiduría y son incapaces de aceptar nuevos criterios, nuevas visiones, otras formas de interpretar la realidad. Con pensamientos muy rígidos, intentan imponer sus ideas sin tener ninguna base científica sobre lo que opinan. Tienen una necesidad vital de opinar sobre todo, de demostrar que saben mucho, de lo que sea, sin darse cuenta de que se exponen a situaciones donde, al final, se percibe sus incompetencias y desconocimientos. Cuando llega esa situación, dan un giro a su planteamiento y comienzan a infravalorar al que le escucha o lee, cambiando de tema, poniendo ejemplos que no tienen nada que ver con lo que se habla, intentando sabotear cualquier intento de llegar a un puerto en común.

Intentan invisibilizar sus incompetencias y desconocimientos, traduciendo sin argumentos y sin escrúpulos en incompetencias  las competencias de los demás.

Educar bajo estos patrones a niños, niñas y adolescentes genera un pronóstico bastante desolador. Demostrar lo que sabes continuamente a tus hijos e hijas, o, mejor dicho, demostrar continuamente que sabes más que ellos, ser incapaz de detectar y reconocer la propia incompetencia, la posibilidad de haber cometido un fallo, de equivocarse, el no reconocer las competencias que van a prendiendo sus hijos e hijas, todo esto, hace un daño terrible en su desarrollo psicológico.

La buena noticia es que, por mi experiencia clínica, este efecto se puede diluir si generas en terapia situaciones donde esos padres y madres perciban sus propias contradicciones, sus propias limitaciones, generando incertidumbre y dudas donde antes sólo había certezas ilusorias. No es nada fácil, ya que es trabajo lento que desespera hasta los profesionales con más experiencia.

Cada cual que saque sus propias conclusiones.