La ira es una emoción que surge como una reacción a situaciones en las que puede peligrar el logro de las metas e ilusiones que continuamente genera el cerebro de nuestros hijos e hijas. Pero, además, la ira siempre tiene un componente de injusticia o indeseabilidad. Este elemento añadido, esta percepción de injusticia de lo que hacemos los padres y madres, es lo que diferencia a la frustración de la ira.

La ira está muy relacionada con el concepto de valoración, de evaluación. Predispone a una situación de afrontamiento de una situación donde las habilidades de las personas, la propia valoración de sus competencias, van a ser claves para su control.

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Además, si todo lo anterior se mezcla con interpretaciones cargadas de intencionalidad,lo ha hecho aposta”, de injusticia (cuántas veces habéis escuchado a vuestros hijos e hijas decir “esto es injusto”), y encima es previsible, es decir, se sospechaba anteriormente, la ira se dispara a velocidad difícil de controlar.

Los ataques de ira son uno de los temas que más se consultan a los profesionales. Cómo atenderlas, cómo entenderlas. Es algo que toca vivir a todos los padres y madres en diferentes momentos evolutivos. Prácticamente, es raro el día en el que no aparezca la frustración o la ira en los hogares.

Hay tres formas de afrontar la ira de manera inadecuada:

  1. Ira interna: es la tendencia que se tiene cuando la emoción de la ira se intenta reprimir, disimular, interiorizar. Es cuando se está muy enfadado, pero se tiene que simular que no pasa nada. Supone un esfuerzo notable para que toda la respuesta fisiológica asociada a la ira, como es la activación del Sistema Nervioso Simpático, el Sistema Endocrino, la tensión muscular, la expresión facial…no sea observable, que las personas que están alrededor no noten la rabia. Esto, los niños y niñas muy pequeños apenas lo hacen, pero según van creciendo se va construyendo. Si es algo habitual, puede ser una situación de riesgo emocional.
  2. Ira Externa: la ira se desborda y se manifiesta sin control en forma de conductas agresivas dirigidas hacia los demás, hacia el entorno. La ira, se entremezcla con la agresividad hacia los objetos, hacia las personas, hacia los animales, hacia sí mismo.
  3. Evitación/evasión: no se afronta la situación. El me da igual, se instaura en cada esquina del hogar con la desesperación del mundo adulto. La evitación, a corto plazo puede solucionar momentáneamente algún problema, pero a largo plazo lo mantiene o probablemente se incrementa.

La ira, a pesar de su mala prensa, es muy necesaria para el proceso de adaptación de nuestros hijos e hijas. Hay que aprovechar cuando aparece la ira para entrenarse y entrenarles, para que en el futuro sepan gestionarlas. Porque uno de los objetivos prioritarios que una familia inteligente se debe plantear, bajo nuestro entender, es preparar a nuestros hijos e hijas para que afronten las injusticias que irremediablemente se van a encontrar.

Seguiremos hablando de ello.

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Antonio Ortuño

Psicólogo especialista en Psicología Clínica Infanto-juvenil y Terapeuta Familiar desde hace más de 25 años. Conferenciante sobre temas educativos, centrados en la parentalidad positiva, su modelo educativo consiste en dotar de herramientas a los padres y madres para que sepan poner límites de una forma respetuosa, con la responsabilidad y la felicidad como compañeras de viaje.

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