Voy a invitar a reflexionar sobre el tema de las normas en la familia. Realmente, ¿las normas están para cumplirlas?
Mi respuesta está clara. No, las normas no están para cumplirlas. Las normas se establecen para fomentar la responsabilidad. Y si se quiere tener hijos e hijas responsables, entre otras cosas, cuando se establece una norma en casa, tienen que percibir que pueden elegir libremente, que tiene protagonismo en la decisión. Y decide lo que decida, se ve respetado. Si la elección proviene del mundo adulto, es decir, se tiene que cumplir la norma (que en el fondo es tienes que hacer lo que dicen tus padres), ya no hablamos de responsabilidad.
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En relación a su significado, se establece que el término norma proviene del latín y significa “escuadra”. La escuadra es un instrumento de medición y marcaje.
Traducido al ámbito familiar, los padres y madres miden y marcan la realidad para facilitar que sus hijos e hijas puedan tomar decisiones (semáforo amarillo en nuestra metodología). Se usa la escuadra solo y exclusivamente cuando los hijos e hijas deben empezar a asumir responsabilidades, pero todavía no tienen los recursos suficientes para hacerlo por si mismos (falta de autocontrol) y se requiere un control externo que lo empodere. Una escuadra.
La definición de norma es principio que se impone o se adopta para dirigir la conducta o la correcta realización de una acción o el correcto desarrollo de una actividad. No me gusta esta definición para aplicarla al ámbito familiar. ¿Principio que se impone? No, no se debe imponer. La imposición no va con la responsabilidad, ni con la educación en valores. Se lleva bien con la obediencia y la sumisión. ¿Dirigir la conducta? Siempre y cuando facilite la autodirección y el autocontrol, perfecto.
En mi libro Familias Inteligentes: claves prácticas para la educación, dentro del capítulo semáforo amarillo, donde explico con todo detalle los procesos de negociación:
- no me hace falta hablar de normas.
- Hablo de equilibrar los deseos y obligaciones de los niños y niñas de una manera respetuoso y coherente, porque cuando una niña o niño se acuesta con ese equilibrio, se acuesta más feliz (bueno, cualquier persona).
- Hablo de que el control de las decisiones está compartidos por el mundo adulto y los niños y niñas. Al establecer una norma, por ejemplo, si te pones el pijama puedes ver la TV, la niña o el niño tiene el poder y el control sobre las alternativas a elegir. Lo importante no es que se ponga el pijama, es que decida. Eso sí, el control sobre las consecuencias es del mundo adulto. La única manera de ver la TV es con el pijama puesto.
Dentro de la escuadra, haz lo que quieras, pero no puedes salir de la escuadra.
Y ojito al plano emocional, que cuando se habla de normas, se olvidan las emociones. Y las emociones juegan un papel fundamental en todo este proceso de establecer normas (bueno, a mí me gusta hablar de negociación, no de normas). En el antes de la negociación, en el durante, y en el después.
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Si han decidido lo que gusta al mundo adulto (ponerse el pijama). Si han decidido lo que no gusta (no ponerse el pijama). ¿Cómo reacciona el mundo adulto? ¿Qué conclusiones se saca? ¿Cómo dejamos sacar conclusiones a los hijos e hijas de sus decisiones? ¿Cómo es el ambiente familiar en la cena, con pijama? ¿Cómo es el ambiente familiar en la cena, sin pijama? Todo esto es muy importante para lo que se llama la “interiorización de las normas” (conseguir que la tortuga y la liebre del hijo o la hija empiecen a coordinarse). Pero para esto vais a tener que leeros mi libro 😉