¿Por qué me provoca mi hijo/a?

¿Por qué me provoca mi hijo/a?

Todos los niños y niñas provocan. Con su silencio, con sus frustraciones, con sus evitaciones, con sus salidas de tono. La provocación de los hijos e hijas suele revolotear por todas las fases evolutivas, especialmente en la adolescencia. Es un intento desesperado y más o menos torpe, del hijo/a por resolver los problemas, por situarse en el mundo, porque lo que desea y necesita para seguir creciendo es encontrar la seguridad y la credibilidad en sus padres. Si pudieran expresarlo de forma adecuada, sería algo así:

Papá, mamá, os provoco porque no me fío de vosotros, porque me invade la inseguridad, porque no sé lo que esperáis de mi. Y la única manera de posicionaros es con mi provocación. Os provoco cuando sois impredecibles, cuando detecto contradicciones entre lo que decís uno y otro, o entre lo que decís y hacéis. Os provoco cuando no me siento entendido, cuando me decís todo el rato lo mismo, a base de regañinas, sermones y gritos, cuando necesito de vuestra confianza y respeto y no la encuentro, cuando puedo tomar decisiones y las tomáis por mi.

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Alguna recomendaciones para afrontar las provocaciones

  • Hay que llevarse bien con la provocación, esperándola, incluso dándole la bienvenida. Es una oportunidad de oro para ejercer buenas prácticas, para analizar las funciones parentales, para cambiar lo que no funciona, para traspasar responsabilidades.
  • Saber identificar el tipo de provocación: los silencios, el hacer la pelota, las faltas de respeto. Tienen memoria y ponen en práctica aquellas provocaciones que les han sido útiles en el pasado.
  • Descifrar el código emocional, el mensaje oculto de la provocación. Lo primero, atender el plano emocional de la provocación.
  • Y escuchar, pero sin entrar al trapo, sin dedicar un segundo a razonar las provocaciones. En definitiva, en las provocaciones ser muy amables con sus emociones, pero muy firmes y coherentes en vuestras conductas.

 Y recuerda…

En la provocación, los niños, niñas y adolescentes comunican a su manera que existen, que se les tengan en cuenta, que quieren ser relevantes y protagonistas.

Las provocaciones son como las olas del mar. Cada ola tiene una altura, una duración, y el mar tiene su frecuencia de olas. Cada provocación tiene su intensidad, su duración, y en cada familia hay una frecuencia. ¡Y este oleaje comienza antes de sus dos años!

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Psicólogo especialista en Psicología Clínica Infanto-juvenil y Terapeuta Familiar desde hace más de 25 años. Conferenciante sobre temas educativos, centrados en la parentalidad positiva, su modelo educativo consiste en dotar de herramientas a los padres y madres para que sepan poner límites de una forma respetuosa, con la responsabilidad y la felicidad como compañeras de viaje.

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