Mira que se lo tengo dicho es unas de las frases más recurrentes que escucho en las terapias a los padres y madres que atiendo. Es una frase tan explotada como inútil. Bajo mi punto de vista, es una frase que no ayuda a crecer, a madurar, que estanca, que bloquea, que genera provocaciones a la larga.
Hay una regla educativa clara: cuanto más insistas en algo, más pasividad en tu hijo o hija generas.
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Os voy a regalar un trocito de texto de mi libro Familias Inteligentes: claves prácticas para educar. En concreto, en el apartado del semáforo verde subtitulado la balanza de la preocupación.
A veces se piensa, y con razón, que durante la infancia no hay preocupaciones. Por eso los padres se preocupan, porque no perciben que sus hijos se preocupen. Pero para que se preocupen, la preocupación adulta debe estar controlada. No debe existir el enfado, ni las explicaciones no solicitadas. Hay situaciones que hay que razonar y otras que no. Hay situaciones que hay que explicar, otras no. En líneas generales, funcionan los razonamientos y las explicaciones cuando son demandadas por los hijos, no cuando sirven para desahogarse los padres. El exceso o el desajuste de razonamientos y explicaciones pueden generar inseguridad. A veces, cuanto más se habla, menos creíble se es y más fácil es hacer sentir culpabilidad… Los consejos no solicitados en el semáforo verde no alientan.
Mira que se lo tengo dicho es un mensaje que trasmite exceso de preocupación, un control excesivo, un miedo a trasladar responsabilidades. Es complicado responsabilizarse de algo que otra persona no quiere soltar. Además, estás comunicando desconfianza, y en la mayoría de los casos, falta de respeto.
Mira que se lo tengo dicho es un más de lo mismo que paraliza, que infantiliza. Es un mensaje desmotivador. Pero no sólo eso. También culpabiliza. Hace sentir mal a los niños y niñas, a los adolescentes. Se piensa que con decir algo muchas veces, se “meterá” tarde o temprano ese mensaje en el cerebro, calará. Pero lo normal es que este tipo de mensaje culpabilizador, lejos de ayudar a crecer, provoca provocaciones, provoca frustración e ira mal ajustada, y a veces acompañada de agresividad y hostilidad. El problema original se mantiene, pero surgen nuevos y peores conflictos en casa.
Os pongo otro texto, esta vez de mi segundo libro ¿Quién cuenta cuentos a mis padres? Es un trocito del cuento que he llamado el Pequeño Saltamontes. https://familiasenlanube.org/producto/quien-cuenta-cuentos-a-mis-padres/
– Precisamente Maestro, pensaba si es necesario siempre la existencia de un saber por encima del tuyo, si se necesita la presencia de un educador en cualquier proceso de aprendizaje, si lo que yo estaba pensando ahora requiere la comparación con un conocimiento más elaborado.
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– ¿Y tú qué crees, mi Pequeño Saltamontes?
– Pues que a veces nuestro lenguaje interior por sí solo puede sernos útil, que podemos aprender mucho de nuestras meditaciones, sin necesidad de contárselas a nadie para que nos las apruebe. Y otras veces tienes un impulso irrefrenable a solicitar información para ejecutar cualquier acción.
– Eso es, mi Pequeño Saltamontes. Los educadores somos como una vela, cuyo objetivo es encender otra vela, y una vez encendida, hemos de retirarnos lentamente para que brille con luz propia.
Espero que esa retirada de luz se realice con respeto, acompañando. Seamos sombra que ilumine, que confíe en que esa llama se mantendrá fuerte y viva. Y si se apagara, saber esperar a que sea nuestro propio hijo el que la vuelva a prender.
Mira que se lo tengo dicho a los padres 😉