Educación en valores y el semáforo inteligente

educación en valores

La familia es la primera escuela de los valores. Porque la familia es el fundamento de toda sociedad civil bien construida, porque es la puerta de entrada al territorio, a la comunidad. Y porque es indispensable para el logro del interés colectivo y de las relaciones respetuosas.

El desarrollo del respeto, la tolerancia, la libertad, la participación, la solidaridad  social, entre otros valores, se inicia en la interacción padres-hijos. Cualquier interacción, a cualquier edad, va forjando ese sistema de valores, lo que una persona considera deseable, tanto a nivel individual como colectivo. Cada familia debe elegir cuáles son los valores que quieren potenciar, y lo más importante, cómo va a ser el marco de referencia para hacer posible que los hijos y las hijas construyan su propia sistema de valores.

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Valores y educación forman una unidad inseparable. La educación no es neutra. Se prefieren, se desean, se eligen los valores. Los valores dan sentido a la educación, dan sentido a la vida. Son los que motivan a la acción, orientan las decisiones, las que guían el comportamiento.

Al principio, todo lo referente a los valores lo deciden los padres y las madres: dónde se vive, a qué colegio va, qué se consume, en qué se cree, qué juguetes se usan, qué se puede hacer en el tiempo libre… Lo deseable se enmarca en el semáforo rojo, está bajo control adulto, ya que el cerebro de los hijos e hijas no está preparado para construir una realidad. Por eso la importancia de decir No de determinada manera, como explicamos en Familias en la Nube en el curso de poner límites de forma respetuosa, para ayudar a interiorizar lo que NO es deseable tomar decisiones en los diferentes contextos sociales donde se van a desenvolver.

Llegará un momento que en que los hijos e hijas son los que decidan lo que desean (y puede no coincidir con los deseos de los padres como es lógico).

Y los padres tienen que aceptar que tarde o temprano, esto va a ocurrir. Tiene que aparecer el semáforo amarillo, donde se contrasta el discurso del deseo adulto con el inicio del discurso del deseo de las hijas e hijos. Y la habilidad parental asociada al semáforo amarillo, es la negociación. Como hemos comentado antes, depende de cómo se negocie, se ayuda o no a construir de forma significativa y progresiva el autocontrol normativo, es decir, algo que se considera deseable para el mundo adulto puede hacerlo suyo el hijo o la hija. No todo, afortunadamente, pero si lo esencial.

Y por último, el discurso del deseo, el sistema de valores ya debe de ser autónomo, ya es de uno. Si una familia ha sido inteligente, si ha confiado en las decisiones de los hijos e hijas en las diferentes etapas evolutivas, si ha dado lugar a que sean personas autónomas y responsables, habrán tenido éxito. Es decir, si han usado el semáforo verde a lo largo de su desarrollo de forma equilibrada, con un acompañamiento repleto de confianza y respeto. Y, aunque hayan elegido un camino diferente, tendrán la oportunidad de llegar allí donde sus padres deseaban, a la felicidad.

La educación en valores, lo que se considera socialmente deseable, se basa en la interiorización de las normas, en el reparto y control de las decisiones dentro de la familia. Familias en la Nube da pistas sobre esto. No sobre cuáles son los valores adecuados para la educación de los niños y niñas, sino sobre cuáles pueden ser los métodos y la forma de actuar de los padres y las madres para conseguir que ciertos valores entren a formar parte de la vida de sus hijos.

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Por ello, existe una conexión entre la educación en valores y el semáforo inteligente. El semáforo adulto se debe ir apagando para que se encienda el semáforo de las hijas y los hijos.

Para que esto ocurra, es necesario que los campos de decisión recorran todos los colores del semáforo de forma adecuada. Es decir, no se puede exigir una conducta moral en un niño si anteriormente no se le ha hecho sentir competente, no se ha confiado en él, no se ha sentido aceptado incondicionalmente, no se han puesto los límites de una manera adecuada y respetuosa. El sentido del deber no aparece porque sí. Se aprende. Y una familia inteligente pone las condiciones para que ese aprendizaje se produzca.

 

 

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Psicólogo especialista en Psicología Clínica Infanto-juvenil y Terapeuta Familiar desde hace más de 25 años. Conferenciante sobre temas educativos, centrados en la parentalidad positiva, su modelo educativo consiste en dotar de herramientas a los padres y madres para que sepan poner límites de una forma respetuosa, con la responsabilidad y la felicidad como compañeras de viaje.

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